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Siempre que viene José Tomás a la Monumental, desde la reaparición de 2007, los aficionados locales son desplazados a las andanadas. Ni que echen mano de todos los conocimientos de que disponen, ni hagan las colas más intempestivas, les es fácil conseguir un tendido. Éstos se llenan básicamente de enchufaos y claveleros venidos, en su mayoría, de Madrid. Los del AVE: vienen a la plaza con esas maletas de ruedecillas y no ha salido el quinto, o tal vez sí ha salido, que ellos han de irse echándo leches, pasando por encima de todo el mundo sin importarles las molestias que ocasionan.
Como he advertido anteriormente, cuando se anuncia José Tomás, aquí se monta toda una movida. En esta ocasión, la maldita prohibición lo hacía todo más exagerado, si cabe. Pues, a pesar de que el sábado 24 se registraba una gran afluencia en la plaza, incluso de muchos grupos de morantistas, detectamos asientos vacíos en el tendido. La causa es fácil: como que la mayoría de entradas se vendieron como abono - conjuntamente los billetes para las dos corridas – hubo quien no se personó a la primera porque lo único que les interesaba era ver a José Tomás y su histórico cierre.