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Salía al ruedo "Rey Mago" el primer toro del Pana, herrado a fuego por Garfias.
Se hace el silencio en la plaza. El Pana se transforma, abre el capote y zas.
Tocan chicuelinas llenas de embrujo y torería. Se acelera en el brindis por los que pese a sus merecimientos no llegaron a ser figuras y se quedaron en el camino lleno de sufrimientos y calvarios.
Allí también en aquel brindis se quedaron los 28 años en el ostracismo de El Pana, atrás injustos y cobardes vetos, las huelgas de hambre y el mendigar por las calles y tentaderos junto a su inseparable hatillo. Un pase cambiado por la espalda enciende la llama del milagro, de la resurrección inspiradora.
Rodolfo se va por la izquierda y El Pana vuelve por la derecha. Uno, dos, tres, basta, no se puede torear con más pellizco y temple a la vez. La muleta por los suelos, la mano a la rodilla a lo Lorenzo Garza. Pronto llegan los adornos y los trincherazos de ensueño a la sombra del gran Silverio, y nos preguntamos en casa ¿ pero dónde estaba escondido este Pana ? Llega la espada, cuidado que corta el rabo y la arma.
En esos momentos la plaza, con 18.000 almas en pié, es un clamor que pide a gritos el relevo mejicano ñentre los Zotoluco y Ortega. Pincha en cuatro ocasiones el panadero de Apizaco y acierta la afición en haberle visto en directo. Vuelta de honor al maestro en la que sería más gloriosa de todas.